José de San Martín, militar de carrera, decide, después de haber culminado la independencia de tres nuevas naciones americanas, regresar a Europa, al exilio autoimpuesto de Francia, donde permanece hasta su muerte, un cuarto de siglo más tarde. Si en algún momento había pensado retirarse a una chacra en Mendoza (que le fue otorgada como premio a su conducta militar), la animadversión del Presidente Rivadavia y los enfrentamientos internos de los caudillos provinciales anunciaba tiempos agitados en los que su vida y la de su familia estaban en riesgo.
Confinado en mi hacienda en Mendoza, y sin más relaciones que con algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etc. etc. etc. En fin, yo vi claramente que era imposible vivir tranquilio en mi Patria, hasta que la exaltación de las pasiones no se calmase, y esta incertidumbre fue la que me decidió a pasar a Europa. (José de San Martín)